Hay que aferrarse a la poca cordura que queda en estos tiempos anormales. En los últimos meses escucho y leo tanto juicio hacia las personas que ya estoy algo saturada.
Ojo, hay que mantener el fino equilibrio entre todos aquellos que usan la autocompasión y la excusa para no hacer nada de su vida (mientras el motivo principal permanece enterrado en ellos mismos, ya se trate de miedo paralizante, depresión a causa del desánimo o perfeccionismo que les hace rendirse cuando las cosas no salen bien) y todos los que se autoensalzan y endiosan su trabajo y esfuerzo (olvidando por supuesto a las personas que les ayudaron a alcanzar sus metas, los conectaron en sitios o allanaron sus caminos, olvidando las circunstancias favorables que les hicieron la meta cercana o simplemente su privilegio por haber nacido en cierto lugar o familia).
Más empatía, menos egocentrismo. Más análisis crítico, menos ideologías baratas. Más ayudar a los demás a que consigan, menos envidiar a los que llegan o despreciar a quienes no lo han conseguido…todavía.
¿Es mucho pedir que no perdamos de vista lo que importa?