Septiembre es mi principio de año desde que tengo memoria. Septiembre es una libreta nueva, una agenda vacía, rotuladores recién comprados, la incertidumbre maravillosa de abrir libros nuevos y plantearte otras rutinas con el chute de energía y sol que nos deja el verano.
Este año es distinto en muchos sentidos. No hay nada nuevo pero tampoco nada conocido a la vista. La incertidumbre no es maravillosa, da un poco de miedo. La alegría y la luz del verano parecen pequeñas en comparación con el año que hemos pasado hasta llegar a él. Ha sido un verano con efecto reatroactivo.
Pienso, deseo, espero y proyecto un septiembre de cooperación, un otoño que nos lleve a realmente comprender las cosas que esta cuarentena nos ha despertado.
- Deseo colocar esos miedos en un lugar correcto, para que no me paralicen.
- Espero poder colocar los sentimientos de impotencia por debajo de mis capacidades, para aplastarlos mientras me esfuerzo por alcanzar lo que quiero.
- Proyecto las alegrías que me ha regalado un verano de amigos, océano y alegría.
- Pensaré en esos amaneceres y atardeceres, en los que el sol siempre acaba saliendo y cada día es una nueva oportunidad pero que si se tuerce, el sol también se pone y te da la noche para descansar y coger fuerzas.
Impulso mis esperanzas para este septiembre extraño que me encoge un poquito el corazón.