Da miedo compartir los fracasos, porque la gente utiliza sus manos para apuntar tus fallos y aplastar tus sueños como si fuesen mosquitos molestos, en lugar de usarlas para ayudar a levantarte.
Da miedo compartir las tristezas cuando se usan como arma arrojadiza a la siguiente ocasión, para atacar y humillar.
Da miedo compartir los temores; los vuelven monstruos en su propio beneficio, espanto para sacar rendimiento.
Da miedo mostrarse vulnerable, abrir el corazón otra vez, recibir palabras amargas y críticas duras, destructivas, que ahogan.
Sin embargo, ¿cómo podemos ser auténticos sin mostrar nuestros fracasos, si guardamos todo lo feo y lo difícil, si damos una imagen idealizada de nosotros mismos? ¿A quién engañamos? ¿A quién ayudamos? Valentía es ser torpe un día, eficiente otro, alegre y positiva a ratos aunque a veces estemos tristones y todo parezca ir mal.
No crecemos ni dejamos crecer si no mostramos la cueva y los pozos, además del hogar y la sonrisa.
Por fortuna, quedan personas que escuchan miedos, comparten penas y jamás pronuncian “te lo dije”, sino “¿cómo puedo ayudarte?”. Manos que tiran para sacarte de la niebla y llevarte al lado soleado de la vida.
Te lo dije… soy una persona completa y con agujeros.