Días de confinamiento, días de lluvia, días de verde y amarillo desde la ventana, de amapolas que salpican de rojo el campo de margaritas que se extiende ante mí.

Semanas de mirar por el ventanal pero no ver lo que hay delante. Semanas de ver los campos de trigo moverse con el viento y pensar en el océano.

Meses de echar de menos, imaginar que estoy en otro lugar escuchando las olas y las risas de los míos.

Si me concentro mucho, siento la brisa salada en la cara y cómo mi pelo se vuelve loco con la humedad. Si cierro los ojos, escucho el rumor de las olas y siento la arena calentita en mis manos.

Esto también va a pasar. Pronto. Espero. Deseo.

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