La vuelta al cole siempre es un poco dura. Es verdad que a veces es emocionante… pero la emoción es un sentimiento poco duradero. Enseguida pesa el cansancio y el cuerpo pide un parón frente al cambio de rutinas.
La vuelta al cole coincide con el otoño. Me gustan los colores del otoño, es una estación preciosa, un poco melancólica, romántica e íntima… pero es verdad que siempre cuesta más pasar de la luz a los días cortos y oscuros. Al menos, yo lo noto mucho en mi ánimo y en mi nivel de energía.
Es por eso que estos días me pesan las quejas ajenas. No sé si será por la borrasca que se ha instalado en la Península estos días o por el panorama nacional e internacional que nos envuelve pero sólo escucho quejas por todos lados. Quiero explicarme bien y que nadie me malentienda; me gustan las personas que dan voz a las que no la tienen, me gustan las personas que protestan por las injusticias, me gustan las personas que no callan si ven abusos, me gustan los inconformistas que luchan por mejorar las cosas para ellos y para los que les rodean… pero me agotan las personas que viven en la queja que, en mi opinión, no es lo mismo.
Las personas que protestan buscan un cambio, quieren hacer algo activamente para transformar aquello que no les gusta.
Las personas que se quejan toman una posición pasiva frente a los problemas, con lo cual provocan que el problema que les agobia no tenga fin. Y por tanto su posibilidad de quejarse permanezca intacta.
Las quejas crean un ambiente enrarecido, negativo, propenso a peleas, al malhumor… Las quejas favorecen la angustia, el miedo, el victimismo, el hastío, la depresión, la tristeza…
Es difícil salir del círculo de la queja y más aún, sacar a alguien de eso si no quiere salir. Yo me he propuesto desde hace tiempo que si expreso una queja en alto, debo pensar en si eso tiene solución y puedo hacer algo al respecto. Si es un asunto que me sobrepasa realmente, que no depende en nada de mí… me fuerzo a pensar en algo que me haga sentir agradecida al mismo nivel.
He experimentado el impacto que tienen las quejas en un cerebro infantil. Si nos afecta tanto a los adultos, que en principio tenemos una visión del mundo formada a a partir de nuestros criterios… trata de imaginar el efecto que tienen las quejas sobre el mundo en una cosmovisión infantil, creada a partir de lo que viven los adultos que los rodean y de sus propias experiencias.
Hace unos días, en Canadá (patria de marido) se celebró Thanksgiving, del que ya he hablado en este blog. El mes que viene, se celebrará en USA y quiero recordároslo porque es una oportunidad de hacer una renovación de mente, dar un giro y pensar en profundidad sobre las palabras que a menudo, de manera espontánea, se cuelan en nuestro día a día.
Si no te apetece hacerlo sólo por ti (que deberías, créeme)… piensa en los demás.
Estoy de acuerdo contigo al 100%.
Y falta me hace a mí últimamente cambiar el enfoque!!!
Un besote
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Pero que razón tienes por favor! nos aplicaremos todos el cuento. Es lo más sano que hay.
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Estoy contigo!!!! un besazo!!
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Amén.
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Cierto, vivo con un quejicoso y te aseguro que confio plenamente en su tratamiento!! jajaja!! la diferencia verdadera entre los dos es que yo siempre pienso…. que él tiene solución :)))
Besos
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Ahora mismo estoy trabajando con un compañero que vive en una queja continua, y es horrible coincidir con el porque como tu dices, te apaga el ánimo, te absorbe la energía. Voy a seguir tu consejo de pensar en las palabras y gestos q expreso sin querer, por mi salud mental y por la d los q me rodean!
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Cuantísimas verdades Noemí…! El otro día escuché en un documental la frase “si no cambias nada, nada cambia”… Y aunque la frase sea irónica en sí, es una verdad como un templo. Rodearte de personas que buscan más soluciones en sus vidas que problemas te hace el día a día muchísimo más fácil y estoy completamente segura de que tú eres una de ellas 🙂 Me encanta leerte Noemí!
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