Reloj, no marques las horas.

Os comenté que quería rescatar algunas de mis historias de La Niña Melón. Pues bien, allá voy.

Para poneros en situación, en mis tiempos universitarios yo vivía en un pueblo pequeño de la periferia de Madrid. Para llegar a clase, debía coger todo tipo de transporte público y caminar; rezar porque el autobús no llegase ni un minuto más tarde de lo previsto para poder coger el tren, cruzar hasta los dedos de los pies para enlazar con el correspondiente autobús urbano y caminar 15 minutos cuesta arriba.

Empezábamos a las ocho y cuarto, así que el madrugón era de aúpa. Algunos días, después de llegar muerta de sueño y estresada, el querido profesor de turno no aparecía hasta el final de los cinco minutos de su segunda hora de clase. Además, yo trabajaba por las tardes, así que… digamos que no dormía demasiado.

Recuerdo despertarme medio alelada en la noche, mirar de reojo el reloj y un chute de adrenalina recorriendo mi cuerpo.

Reloj prestado por Lucas para ilustrar las torpezas de mami.

 

¡Las diez menos veinte! Dios mío, las diez menos veinte y yo en la cama. Me levanto como si tuviera un cohete adherido al trasero, me visto (camiseta al revés incluída), pienso en desayunar algo pero tengo el estómago cerrado por el estrés, cojo los bártulos y salgo de casa corriendo. Pensarás que he olvidado la parte: “me peino en cinco segundos” pero no, no se me ha olvidado. No me peiné.

Y salgo tal cual, sin mirar atrás, hasta llegar a la parada del autobús. Y es ahí cuando noto algo “extraño“. Está demasiado oscuro, y no hay ni un alma por la calle.

Los más observadores ya os habréis percatado,.. ¡tenía el reloj bocabajo y sólo eran las tres y diez de la madrugada!

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He de decir en mi favor, que mi despertador de entonces no tenía números, sólo marcas… aún así, no hay excusa. Eso sólo le puede pasar… a la Niña Melón.

Volví a casa, partiéndome de risa, medio cabreada conmigo misma, un poco avergonzada y más despierta que un búho. Lo mejor, mi madre cuando abrí la puerta. Su, “pero hija, vete a dar una vuelta si quieres a esta hora, pero no despiertes a media humanidad con tu marcha…¿y esos pelos? ¿Y por qué vas en zapatillas de andar por casa?”.

Ejem. En fin, señores. A estas alturas de la vida, se pueden contar las vergüenzas.

 

10 thoughts on “Reloj, no marques las horas.

  1. jaaaaaaajajajajajaja Noeeee!! no me lo puedo creer, jaaaaajajajajajaja me parto, no puedo estudiar ya más, ea jajajaja por tu culpa!! 🙂

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  2. Genial. Qué desastre. Pero bueno ¿a quién no le ha ocurrido algo similar? Aquí somos todos sospechosos de ello.

    Ahora, algo bueno tienen los móviles y sus alarmas aunque al ir a dormir, en alguna ocasión, pienso “¿y si el movil, por lo que fuera, se apaga en mitad de la no che y no suena el despertador? … Qué difícil todo :p

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  3. Sigo siendo desastrosa para los móviles. En plan…no quitar la alarma de las seis y media un sábado y cosas por el estilo. Jajajajaja. Ahora, el mejor despertador, los niños. Implacables oye. Sin snooze ni nada. 😉
    estoy segura de que mi desastre es un mal común. Jajajajaja…
    Cuenten sus vergüenzas, señores. 😉

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  4. Jajajá, a mí también me pasó algo igual, pero iba tan dormida que casi llego al instituto antes de darme cuenta de que era de noche. Esas cabecitas locaaaaasssss!!!!

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