Leyendo a Mireia, buceaba en mis recuerdos pensando en qué hacía yo con mi tiempo antes de ser madre…
Era una mujer multitarea. Ritmo frenético pero con paraditas de evasión como buena soñadora que soy.
Antes de ser mamá ya pasaba horas entre niños y adolescentes, entre ejercicios de matemáticas y partituras. Antes de ser mamá, ya amaba las nuevas vidas, a los pequeños curiosos y a los adolescentes rebeldes. Antes de que Lucas llegara a mi vida, pasaba noches interminables de concierto en concierto. Antes de ser mamá leía libros en el tejado, salía a correr por las noches y me encantaba escribir las “historias de la niña melón”.
Antes de vivir concienciada en los horarios, aprovechaba cualquier día libre para escaparme con mi amor donde fuese. Contigo al fin del mundo, dijimos. Y lo hicimos.
Antes de ser mamá, igual que ahora, me gustaba pasar tiempo con la familia y con los amigos, devorar libros, ver películas, perder dos horas imaginando el futuro…
Antes de ser mamá gestionaba el tiempo sin preocupaciones. El mañana era muy amplio y lleno de posibilidades pero ahora, me doy cuenta de que el tiempo es oro, que a veces unas decisiones limitan otras opciones por el momento y tengo que asumir que es necesario aplazar cosas.
Antes de Lucas y Stella adoraba perderme por las calles de mi ciudad hermosa; solía encontrar sorpresas hasta en los sitios más cotidianos. Y nunca eran días desaprovechados.
Y aún así, soy feliz desde el primer segundo en que mi hijo me convirtió en mamá. Me gusta la sensación de vivir entre dos tiempos.