Hace poco pensaba en la primera vez que tuve que enfrentarme en la vida a un niño con la ilusión rota. Fue más o menos así:
– Profe, profe, entonces… ¿el Ratoncito Pérez no existe?
– No, Marcooos… es sólo fantasía.
– Así que, ¿me habéis mentido todo este tiempo? ¿Por qué?
-Bueno, Marcos, es que era por la ilusión. Es divertido.
– Así que, ¿te parece divertido mentir? ¿eh, Noemí? ¿te parece divertido?
Marcos estaba entre frustrado, enfadado y confundido. Y yo, muerta de pena. Él empezó a hilar y enseguida se dio cuenta de los demás “engaños” que le habían metido los adultos.
Es duro para un niño cuando el mundo de la imaginación se va transformando en realidad y se pierder la magia. Hay gente que es partidaria de no fomentar ese tipo de cosas desde el principio; sin embargo a mí me cuesta no permitir este tipo de licencia mágica para provocar sus sonrisas.
¿Qué pensais del tema?