El ratoncito Pérez

Cuando nació, a Lucas le regalaron un juego de mantita, peluche y cajita para los dientes. Para cuando se le cayeran los dientes…quiero decir. Una caja de madera, con una jirafa en la tapa…preciosa. La caja en cuestión ha sobrevivido a unas cuantas mudanzas y una niña pequeña obsesionada con esconder “sus” tesoros.

Yo me sentía súper preparada para cuando llegase este momento…aunque lo veía lejano. “Tengo la cajita de los dientes…desde hace seis años. Que se caigan esos dientes cuando quieran”. Pensaba yo, ilusa de mí.

Así que llegó el día. A Lucas se le empezó a mover un poquitín el diente. Yo creo que la emoción me nubló el pensamiento. Sentimientos de alegría, de pánico al ver lo rápido que pasa el tiempo y de emoción porque mi niño se hace mayor. Pensé que el diente se le movería unos días antes de caerse pero…no. El diente se le cayó esa misma noche. Antes de acostarse.

Metimos el diente en la cajita. Lo pusimos al lado de la lámpara y se acostó. A eso de las doce…decidimos acercarnos a poner las monedas y recoger el diente.

Y fue en ese momento cuando saltaron todas las alarmas. Mamá rebuscando en el bolso, monedero, coche….ni un céntimo. Siempre tengo montones de monedas. En ese momento ni una. ¿Cómo es posible? Pues la maldita ley de Murphy se cumplió otra vez.

No pasa nada…tranquilizate, Noemí. Marido siempre tiene monedas para el café en el trabajo. “No te vas a creer lo que me ha pasado…no tengo monedas. ¿Me dejas de las tuyas para ponerlas donde está el diente?”

Su cara fue todo un poema… Exacto. Él tampoco tenia ni una sola moneda. Me dio tal ataque de risa que casi despierto a los niños. Reírme por no llorar, claro.

Creo que alguna vez he comentado que vivo en medio de ninguna parte, así que la opción de sacar dinero del cajero y cambiarlo en monedas en cualquier bar tampoco era una solución factible. Coger el coche, vestirse otra vez…

Al final, en el momento de mayor desesperación, una mala idea cruzó mi mente. Me sentí ruin y mala madre pero era la única solución: Abrimos la hucha de los niños, cogimos un par de monedas y las cambiamos por el diente con la promesa de devolver los dos euros al día siguiente.

Con mala conciencia nos metimos en la cama, esperando que Lucas se emocionase al encontrar las monedas por la mañana. Lucas se levantó emocionado…todo en orden. Encontró las monedas…todo perfecto. Quiso echarlas en la hucha…mal rollo. Comentó: Esta hucha pesaba más antes. Glups.

Se le mueve otro diente…así que, por si acaso, ya tengo una reserva de monedas en el cajón. No me vuelven a pillar sin blanca. He dicho.

4 thoughts on “El ratoncito Pérez

  1. Jajajajaja. Eso nos ha pasado a todos. Que se le ha caido un diente a las once de la noche, y no tenemos nada para dejarle, ni una chuche ni nada. Al final las monedas son lo más recurrente.
    Y lo de expoliar la hucha de nuestros hijos creo que es algo que está permitido en casos de extrema necesidad.
    Menos mal que la mía ya ha pasado esa etapa y la de los reyes. Ahora viene otra peor, la preadolescencia ¡argghhhhhh!
    Un saludo

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  2. Ya, ya. Si se me sube a la chepa. Por muy guay que parezca, soy un padre y eso para un hijo/a es una barrera. Pero bueno, recordaré como era yo en esos años y procuraré no actuar como un padre.
    ¡El heavy no me ha preparado para estoooooo!

    Un saludo.

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