Me levanto una mañana, más dormida que de costumbre. “Yo antes me levantaba de un salto“, pienso preocupada.
Claro, maja, a ver si crees que casi 4 años de dormir a trompicones no pasan factura. Me doy unas palmaditas mentales en la espalda y voy a lavarme la cara. ¡Horror! Esa señora de melena leonina y ojos semicerrados no puedo ser yo. Dime que no es cierto, espejo. ¡Oh, maldito! Mañana te quita las manchas de pasta de diente Rita Ora la cantaora.
“Mañana cumplo treinta“, me digo. Y me entra el agobio. Eso es mucho, ¿no? Son tres décadas, seis lustros, cinco sexenios, diez trienios…treinta palos. 3 0
Me mareo, madre mía. ¡Qué vértigo! Repaso la lista mental de “cosas que hacer antes de los 30“. He plantado un árbol, el amor me ha encontrado, no he escrito un libro…pero siempre escribo en mis libretas de vida así que puede valer, he aprendido a conducir, he estudiado, he formado una familia…vaya, me falta viajar a India.
La primera parte de la lista no parece ir mal…miro la segunda:
¿Me quiero más a mí misma? Sí (y me ha costado lo mío…y la paciencia de otros).
¿He aprendido a disfrutar los momentos felices y no estancarme en los difíciles? En ello estoy, progreso adecuadamente.
¿He dejado de ser tan dura conmigo misma? Creo que eso me lo ha dado el caos de la maternidad.
¿He aprendido a decir NO? Asignatura pendiente, valeeeee.
Hay mucho que cambiar, mejorar y reflexionar pero, sigo siendo yo. Me siento mejor con mis treinta que con mis veinte. Más segura, más querida, con menos miedos, con más experiencia y en paz conmigo misma. Queda camino por recorrer…pero estoy caminando, que es lo importante.
¡Me gustan mis treinta!
* Nota: un año y medio después sigo pensando que los 30 son geniales. 🙂